Autor:
Editorial: Ediciones Ékare
Número de páginas:
Resumen: Después de un largo viaje, un cocuyo conoce a una vieja mora que lo atiende con ternura y lo entretiene con una plática interesante. Ella desea que se quede, pero el cocuyo no se interesa por una mora vieja y deshojada. Después de un tiempo vuelve a verla, pero la mora ha cambiado totalmente y el cocuyo tendrá más de una razón para lamentar su decisión... El relato explica de una manera poética el origen de la luz de los cocuyos.
Comentario: La belleza de los cocuyos es como la de las luciérnagas, ambos son insectos que emiten luz intermitente durante la noche. Fueron los cocuyos quienes inspiraron este relato a los indios pemón de Venezuela, publicado en México por la SEP en 1982.
EL COCUYO Y LA MORA
Un gran cocuyo salió de viaje a visitar a unos tíos que vivían muy lejos, al otro lado de la sabana. Volando, volando, llego al atardecer a un cerro donde vivía una mora. Se sentía cansado y soñoliento y decidió quedarse allí a pasar la noche.
La mora estaba vieja, deshojada y encorvada y de sus ramas asomaban unos dientazos muy feos. El cocuyo se acerco buscando un sitio para dormir. Al la mora le gustó la manera de volar, el zumbido de sus alas y los ojos brillantes del cocuyo. Le dio comida y bebida. Le colgó con cuidado en su chinchorro (Hoja, pero literalmente significa: “Pequeña embarcación de remos”) y lo entretuvo con conversaciones interesantes hasta muy entrada la noche.
-¿Quieres casarte conmigo, cocuyo? Preguntó por fin la mora. Pero el cocuyo se hizo el dormido y no le contestó. La mora lo toco suavemente y volvió a preguntar:
-¿Quieres casarte conmigo, cocuyo? El cocuyo abrió los ojos y contestó molesto:
-Yo no te quiero, mora. Eres vieja, estas deshojada y encorvada. Estás muy fea. No me casaré contigo.
Al amanecer, el cocuyo siguió su camino y después de mucho volar llegó hasta casa de sus tíos. Allí se quedo varias lunas conversando y bailando. Luego emprendió el viaje de regreso. Pasó por los mismos lugares por donde había venido y un día llego al mismo cerro donde vivía la mora ¡Y que sorpresa! La mora estaba totalmente cambiada. Estaba joven, vestida con hojas nuevas y adornadas con flores.
-¡Que buenamoza estás, mora! Exclamó el cocuyo. Te ves muy linda llena de flores. Me gustas mucho. ¿Quieres casarte conmigo?
Pero la mora no le contestó.
-Mora, morita, cásate conmigo, suplicó el cocuyo.
-No, cocuyo, dijo la mora.
Y por más que insistió el cocuyo, ella no le hizo caso.
-Por lo menos dime como te las arreglaste para ponerte tan buenamoza, rogó el cocuyo.
Y la mora contesto:
-Esa no fui yo. Unos hombres que andaban cazando por allí me prendieron fuego y con el fuego precisamente me volví joven y bella otra vez. ¡Mora! Exclamo el cocuyo entusiasmado. ¿No podré volverme joven igual que tu?
-No sé. Si te parece, hazlo, pero ten cuidado.
Entonces el cocuyo vio cerca de allí una candela (hoguera) que habían prendido unos hombres.
-Yo también me pondré joven y buenmozo como la mora. Tal vez así ella me quiera. Y sin pensarlo más voló al fuego.
Pero apenas lo tocaron las llamas y sintió que se quemaba, el cocuyo arranco a toda prisa. Sacudió las alas para apagar las chispas. Y se froto contra la hierba verde. Entonces se miró y vio que estaba todo negro y chamuscado. Solo en la cola le quedaba una chispita que no podía apagar. Por más que voló y batió las alas, allí quedó la chispita.
Muy triste y un poco avergonzado, el cocuyo se alejo de la mora y siguió su viaje hasta su casa.
Desde entonces todos los cocuyos tienen ese color negro y esa luz en la cola. Todos los cocuyos rondan las moras cuando están en flor, con la esperanza de enamorarlas. Y cuando por las noches ven una candela (hoguera), allí se tiran (arrojan)".